Astrid Antuña, asturiana de nacimiento, recaló en Las Rozas casi por casualidad. Tras vivir en Jaén, donde formó una familia junto a su marido, el destino los llevó a Madrid y, concretamente, a este municipio madrileño en el que hoy desarrolla una labor solidaria incansable a través de AMMER Las Rozas, la asociación que fundó y dirige.
Su historia es una prueba del impacto que puede tener el compromiso ciudadano cuando se convierte en una labor de comunidad, por ello merecía tener reconocimiento en la sección ‘Impacto Positivo’, fruto de la colaboración entre Las Rozas es Noticia y Neto Positivo.
Orígenes de AMMER: la conexión con el medio ambiente
La idea de AMMER Las Rozas surgió cuando Astrid comenzó a fijarse en el entorno urbano de su nuevo hogar. Aunque le fascinaba la sensación de estar en un lugar rodeado de zonas verdes, el estado de conservación de estos espacios la sorprendió negativamente. “Las Rozas tiene mucho potencial, pero me llamaba la atención lo sucio que estaban las calles, los parques y las áreas verdes en general. En muchos, la falta de mantenimiento no era responsabilidad directa del Ayuntamiento, sino de otras entidades, pero era frustrante ver todo tan descuidado”.
Así, decidió pasar a la acción y, junto a un pequeño grupo de personas, comenzó a organizar jornadas de limpieza. Equipados con chalecos reflectantes y bolsas de basura, llamaron la atención de los vecinos. Este fue el inicio de AMMER Las Rozas, una iniciativa ciudadana que entonces centraba sus esfuerzos en el impacto medioambiental y la mejora del entorno urbano.
La pandemia y el gran giro social: red de solidaridad en acción
La llegada de la pandemia de COVID-19 transformó la naturaleza de AMMER de una manera que Astrid nunca hubiera imaginado. Con el confinamiento, las actividades de limpieza quedaron en suspenso, pero las necesidades de la comunidad se intensificaron. Fue entonces cuando Astrid y su equipo decidieron responder a una necesidad urgente: la fabricación de mascarillas, que entonces escaseaban. “Nos organizamos como pudimos. En unos pocos días, habíamos creado una red de WhatsApp de 500 personas dispuestas a ayudar. Recibíamos telas donadas, había gente que se encargaba de cortar, otros cosían, y los taxistas de Las Rozas y Villanueva del Pardillo ayudaban a distribuir las mascarillas”.
Gracias a esta iniciativa, llegaron a producir y repartir más de 50.000 mascarillas para hospitales, centros de salud, Protección Civil, y vecinos en situación de vulnerabilidad. La Comunidad de Madrid reconoció esta labor otorgándoles un premio a la mejor organización durante la pandemia. Para Astrid y su equipo, este reconocimiento fue inesperado y les hizo darse cuenta del impacto real de su labor. “Nos encontramos recibiendo un premio junto a organizaciones como Cáritas y el Banco de Alimentos. Fue un momento muy emocionante porque éramos un grupo de vecinos, sin recursos ni grandes infraestructuras, y estábamos ayudando al mismo nivel que ellos”.
El cambio de enfoque: de la limpieza al apoyo social
Con el tiempo, y al ver la creciente necesidad social en su entorno, AMMER evolucionó desde su enfoque medioambiental hacia un modelo de ayuda comunitaria centrado en el apoyo a personas en situación de vulnerabilidad. Astrid explica que “en Las Rozas y en otras zonas de la Comunidad de Madrid, la realidad es que muchas personas pasan por dificultades económicas muy serias, a menudo en silencio y con vergüenza”. Tras un análisis de la situación, la asociación cambió sus estatutos para incorporar un objetivo social, ampliando su misión a cubrir necesidades básicas como alimentación, higiene y enseres domésticos.
Actualmente, AMMER Las Rozas está formada por un equipo de 10 voluntarios activos que recogen y distribuyen artículos de primera necesidad y alimentos a través de diferentes métodos. Uno de sus principales mecanismos de financiación es el vaciado de pisos, donde recogen muebles, ropa y otros artículos que luego venden en mercadillos. Esta actividad les permite recaudar en torno a 1.000 euros al mes, dinero que se destina íntegramente a comprar comida, sábanas, toallas y otros artículos esenciales.
La dificultad de encontrar voluntarios y la solidaridad de los roceños
Astrid subraya que, aunque los vecinos de Las Rozas son generosos en cuanto a la donación de artículos, es difícil encontrar voluntarios que puedan dedicar tiempo a las actividades de la asociación. “Es un problema de conciliación y de disponibilidad. La gente tiene vidas complicadas y compromisos que les dificultan sumarse al voluntariado. Entiendo que no es fácil, y nuestro tipo de voluntariado no es sencillo; implica mucho trabajo en los mercadillos y visitas a las familias”. Aun así, destaca que muchos roceños se han implicado de otras maneras, como aportando objetos de sus casas para que puedan venderse.
Astrid también colabora con empresas, como Kyocera en el centro de negocios La Tortuga, que organizan campañas de donación de juguetes o alimentos entre sus empleados. Según explica, el apoyo de las empresas es fundamental, pero aún queda mucho por hacer para promover una cultura de voluntariado corporativo en España.
El reto de los mercadillos y el apoyo institucional
Una de las principales fuentes de ingresos de AMMER son los mercadillos solidarios. En Las Rozas, organizan uno cada mes (excepto en julio y agosto), con puestos de venta y música en directo, lo que crea un ambiente festivo y solidario. Además, la asociación participa en otros mercadillos como el Rastro de Las Rozas y el desembalaje en Vara del Rey, donde pueden vender artículos y recaudar fondos. Se muestra muy agradecida con su organizadora, Blanca de Carlos: “Es una de las mejores personas que conozco”.
Astrid lamenta, sin embargo, que no todos los municipios muestren el mismo nivel de apoyo. “En Majadahonda y Pozuelo es mucho más difícil conseguir permisos y espacios para nuestros mercadillos. Las pequeñas asociaciones nos enfrentamos a una burocracia que limita nuestro alcance y capacidad para recaudar fondos”.
Solidaridad durante todo el año: “No solo en Navidad”
Astrid siente una especial frustración por el hecho de que la solidaridad parece activarse sobre todo en épocas festivas como la Navidad. “Es maravilloso ver cómo la gente se involucra en Navidad, pero la realidad es que las familias en situación de vulnerabilidad tienen necesidades los 12 meses del año. La solidaridad no debería ser algo estacional”.
Para ilustrar el impacto que la ayuda puede tener, Astrid cuenta la historia de una mujer de más de 80 años que pide a AMMER ropa usada. Esta mujer no quiere la ropa para usarla ella misma, sino para venderla a un precio simbólico y así poder cubrir sus gastos básicos. “Es una situación triste, pero muestra la realidad de muchas personas que, con sus pequeños recursos, intentan salir adelante”.
La transparencia y la importancia de la empatía
Astrid es tajante en su postura sobre el uso del dinero en AMMER. Ninguno de sus voluntarios, ella incluida, recibe ninguna compensación económica. Para garantizar la transparencia, AMMER tiene contratada una gestoría externa que registra cada gasto y se asegura de que todo el dinero que entra en la asociación se utilice para el objetivo social.
Uno de los valores fundamentales que defiende Astrid es la empatía. Según ella, “la empatía es lo que da sentido a la vida, es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y entender que todos podemos necesitar ayuda en algún momento”. Ella misma se considera una persona privilegiada y siente la obligación moral de devolver parte de lo que ha recibido en la vida.
Las necesidades actuales de AMMER y cómo ayudar
Para quienes deseen colaborar, Astrid señala varias formas de hacerlo. Una de las necesidades más urgentes de AMMER es contar con espacios para organizar mercadillos durante todo el año y no solo en Navidad. Empresas como Kyocera ya han puesto a disposición sus instalaciones para estos eventos, y Astrid espera que más empresas sigan su ejemplo. También aboga por que los regalos en eventos sean solidarios y apoyen a asociaciones que realizan trabajos manuales y creativos.
Otro ejemplo que señala es el de Paz Vega de Aitaca, quien se ofreció a diseñar la web de AMMER de manera altruista. Astrid describe este gesto como “un regalo del cielo” y anima a otras personas con habilidades digitales o de otro tipo a colaborar de manera similar.
Un futuro con más empatía y apoyo a las pequeñas asociaciones
De cara al futuro, Astrid planea reestructurar AMMER para volver a la esencia de su misión, combinando las actividades medioambientales y sociales. Con esta reestructuración, espera dar más visibilidad al trabajo de la asociación y mejorar la comunicación sobre las múltiples maneras en que las personas pueden colaborar.
Sin embargo, Astrid no oculta sus críticas hacia la falta de apoyo institucional que experimentan las pequeñas asociaciones en Las Rozas. Desde la falta de espacios hasta las trabas burocráticas para organizar actividades, considera que los obstáculos a los que se enfrenta AMMER limitan el potencial de impacto de la asociación. No obstante, su compromiso sigue intacto, y se mantiene optimista de que, con el apoyo de la comunidad, AMMER seguirá creciendo y ofreciendo un impacto positivo en la vida de muchas personas.