Si hay una forma de revalorizar una ciudad, es conocer y dar a conocer su patrimonio histórico y cultural, sus raíces, porque para saber hacia dónde vamos, es necesario saber de dónde venimos. Hace escasamente un mes, el ‘Paisaje de la Luz’ de Madrid fue incluido en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, lo que conlleva un reconocimiento a nivel mundial de nuestra capital. Ahora, este 1 de septiembre, como regalo para la vuelta de vacaciones, ha ocurrido algo más pequeño, aunque con la misma simbología en el municipio de Las Rozas.
La Comunidad de Madrid ha declarado Bien de Interés Cultural (BIC) la Presa de El Gasco y el Canal de Guadarrama, una reivindicación que nuestro ayuntamiento, el de Galapagar y el de Torrelodones, llevaban reclamando largo tiempo, concretamente desde 2019.
El Gasco, Bien de Interés Cultural
Después de que los técnicos de Patrimonio hayan reabierto el expediente para acotar de forma más concreta la zona declarada BIC, y respetar la potencialidad arqueológica del lugar, y con la aprobación del Consejo de Gobierno, ha llegado esta gran noticia, que permitirá a Las Rozas reimpulsar desde aspectos históricos, arqueológicos, y de relación con la naturaleza, el turismo.
La primera razón por la que estamos ante una buena noticia es la propia divulgación de esta obra de ingeniería hidráulica, fruto del sueño de unos ingenieros del siglo XVIII que diseñaron la mayor obra de ingeniería civil de su tiempo.
Pero también, nos permite darnos cuenta de que algunas obras megalómanas llevan a sus creadores a callejones sin salida. El Gasco, que ahora, en ruinas, tiene una altura de 55 metros, habría sido de 90 si se hubiese terminado. Hace 222 años, fue abandonada a medio construir, como testimonio de la ambición y el derroche del precursor de la tecnocracia desarrollista que fue el despotismo ilustrado. ¿Nos suena de algo la idea de rendir culto a la tecnología?
El compromiso de las instituciones municipales y las asociaciones de vecinos
Dicen que la historia se repite, y el devenir de El Gasco parece atestiguar esa afirmación. El trágico final del sueño de los ingenieros, entre otras razones, llegó a cumplirse a causa de brotes epidémicos entre los trabajadores, que ralentizaban considerablemente el avance de la obra. Quizá sea de justicia, que ahora, en plena pandemia de Covid-19, sepamos disfrutar de la naturaleza y de la historia, cumpliendo con las indicaciones de las autoridades sanitarias, como muestra de respeto a los que, por desconocimiento o por escasez de conocimiento científico, no pudieron defenderse de la Covid-19 de su época.
Esta obra, utópica en su momento, en pleno reinado de Carlos III, era para los ilustrados un sueño de modernidad, en un imperio que se encontraba en declive. Pretendía crear un canal navegable de más de 700 kilómetros de recorrido, que uniera la capital del reino, Madrid, con Sevilla y el Océano Atlántico. Ahora, la enormidad de ese sueño imposible, ha unido a los municipios de Las Rozas, Torrelodones y Galapagar, en un enclave natural e histórico para el disfrute de sus vecinos.
Pero si podemos dudar de la legitimidad de los creadores de esta obra faraónica, no podemos hacerlo del compromiso firme de las instituciones municipales y de las asociaciones de vecinos, que han logrado, con trabajo y esfuerzo, que se reconozca el inefable valor que esconde nuestro municipio. Aún queda mucho que reconocer y que poner en valor, de la ciudad tanto amamos los roceños.
