Son las cinco de la tarde cuando llego al Centro Municipal de Protección Animal de Las Rozas, espacio que actualmente gestiona la asociación Abrazo Animal. Nada más entrar, el primero que viene a darte la bienvenida es Mochi, “Orange Tabby”. Mocchi es un gato adulto, grande y hermoso como Garfield, el de los comics. Se le nota que está acostumbrado a ver gente ya que no es un gato asustadizo. Sin embargo, como buen felino, rápidamente vuelve a lo suyo y desaparece por un pasillo. El foco de atención ahora es para una jaula con dos huéspedes. “Son dos cotorras argentinas, esa especie supuestamente invasora” dice voz al fondo. Me giro, y sin tiempo para presentarme retoma: “Hola, soy Celia, habíamos quedado”. Celia Lacalle es la presidenta de Abrazo Animal. Con ella, recorreré el centro mientras me cuenta el trabajo diario que allí desempeñan.
Tras la primera presentación, Celia retoma la información de las cotorras y cómo han llegado hasta el centro. Su destino inicial iba a ser más cruel, pero ella consiguió salvarlas de su destino, con la obligación de que no se escaparan del centro. Para Celia, el concepto de “especie invasora” es muy relativo, y no solo no comparte la mala fama que tienen sino que piensa que existen formas menos agresivas, que las propuestas actualmente, para controlar su propagación. El pienso con anticonceptivos sería una solución sencilla, y menos violenta. Defiende que, al igual que con otras especies, las cotorras llegaron a España por la acción del ser humano y no es justo querer demonizarlas ahora.
Los primeros inquilinos
A continuación, comenzamos la visita del centro de Abrazo Animal. Tras el mostrador de recepción, se encuentra un nuevo inquilino; es un gato recién rescatado de la calle que está en tratamiento. Seguimos avanzando, y en la sala donde se encuentra la directora del centro y la veterinaria me presentan a otra pareja de recién llegados. Son otros dos gatitos naranjas. Están en fase de aclimatación. Son un poco asustadizos y se espera que, tras unos pocos días en el centro, encuentres un hogar al que poder ir juntos. “Sería muy bueno que puedan seguir juntos para hacerse compañía” me dice Celia. Me explica el concepto de gato-perro, ese felino que te sigue a todas partes, cariñoso y sociable. Celia piensa que esta pareja son ese perfil. En una balda de la misma sala se encuentra Juanito y sus hermanos, los miembros más jóvenes del centro. Son unos hámsteres de escasos días que se encontraron abandonados en un cubo de basura. Por desgracia, muchos centros venden hámsteres muy pequeños sin sexar, que cuando crecen crían con sus compañeros de jaula una y otra vez. Los dueños no saben qué hacer tanta cría y los acaban abandonando a su suerte en cualquier lugar.
Seguimos el paseo y llegamos a una sala donde solo está un pequeño gato con leucemia. Desde la asociación, se consigue también sacar adelante a estos peludos. Solo necesitan un buen tratamiento, y unos dueños más especiales. Aquí, Celia me recuerda que todos los animales que son adoptados, dejan el centro en perfecto estado de salud, con su chip, su cartilla y todas sus vacunas. Tras enseñarme el quirófano, en el que realizan las esterilizaciones de los CER (captura, esterilización y retorno) pasamos a la unidad de cuidados intensivos. Aquí los gatos se encuentran bajo supervisión y tratamiento hasta su recuperación. Es el caso del gatito que tiene una de las voluntarias del centro. Un gato encontrado abandonado en un contenedor que se encuentra totalmente desnutrido. La voluntaria, una funcionaria que trabaja en medio ambiente, le da calor cogiéndolo en su regazo con una toalla. El gatito está tranquilo, y aunque se le notan todavía todos sus huesos, pronto saldrá adelante y estará listo para encontrar un nuevo hogar.
Trabajando la adopción
Ahora cambiamos de registro y salimos a la zona exterior. Nos encontramos con un voluntario y una familia que va a adoptar a un cachorro abandonado de una raza denominada PPP. La familia, tras pasar el filtro del cuestionario, se está preparando para la adopción. Para ello, acuden al centro durante varios días para ir conociendo poco a poco a su nuevo compañero. El instructor no solo enseña al cachorro a sociabilizar, sino que instruye también a los futuros dueños para que sepan educar y controlar a su cachorro.
En la zona exterior también hay dos estancias de dos colonias felinas. Se pasean por el exterior de forma tranquila, y sin ningún temor al cachorro anterior que tampoco les presta demasiada atención. Tras otra valla, está una zona distinta de entrenamiento para los perros más grandes. Otros futuros dueños trabajan también para poder adoptar a su perro. Celia me remarca la importancia de instruir a los animales y a los dueños durante unos días. El perro debe hacerse a su nuevo dueño, pero este debe también hacerse a su nuevo compañero. La adaptación a un nuevo hogar con un desconocido si se hace de golpe puede ser más costosa, y no hay que olvidar que todos los peludos del centro cuentan con un pasado, no demasiado feliz, que necesita una especial atención y cariño por parte de sus nuevos dueños.
Guantánamo
El siguiente módulo que Celia me enseña es sin duda el de grandes contrastes. En el módulo existía una zona que ellos denominaban “Guantánamo”. El motivo, es fácil de entender. Pero sin embargo, han conseguido que, con unas camitas en las jaulas y un acceso hacia un recinto exterior, sea un espacio distinto. Y es que el recinto contiguo está totalmente decorado por voluntarios y es uno de los espacios más felices del centro. Esa es la estancia de aquellos felinos que están listos para encontrar un nuevo hogar. Claro, que viendo lo bien que están en este espacio, han puesto el listón muy alto a los futuros dueños para adaptar sus hogares para los felinos.
Llevo casi dos horas en el centro, la noche ha caído y llega el momento de despedirse. Celia me ha contado la importancia del método CER, la importancia de la esterilización de nuestros compañeros peludos, y me ha convencido de la inversión necesaria por parte de las administraciones. Me han contado la gran labor social que hacen, y más en estos nuevos tiempos que nos ha tocado vivir. Pero lo más importante no es lo que me ha contado, sino lo que me ha transmitido. Porque Celia y todo su equipo son de esas personas que tienen un aura especial. Una vibración que solo la gente totalmente convencida y comprometida con su labor es capaz de transmitir.
Justo antes de salir por la puerta, coincido nuevamente con la familia que adoptarán al cachorro PPP. No me resisto a preguntarles el motivo por el que han decidido adoptar a un nuevo amigo. El padre de la familia lo tiene claro y tras una emocionante explicación personal concluye que “el amor y compañía que te da un peludo, es único en el mundo.” Y esa es la clave, porque el motor que mueve a los miembros de Abrazo Animal, es el mismo que mueve el mundo; el amor incondicional.
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